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sábado, 19 de septiembre de 2015

Cambiar para disciplinar

Por:
Angie Lugo  
Manuel Bueno


Cuando hablamos de disciplina en el hogar nos estamos refiriendo a enseñar actitudes, conductas o hábitos que son socialmente aceptables, aquellas que permitan formar ciudadanos de bien.
El problema es que muchos padres entienden que la disciplina se logra sometiendo a la obediencia de manera arbitraria, entendiendo que podrían perder el control, por tener que domar un ser con tendencias inclinadas inevitablemente al mal.

John Locke, filósofo inglés del siglo XVIII, dijo que los niños son como una “tabula rasa” en la cual los padres escriben lo que consideran, y que los niños son máquinas sin la capacidad de hacer andar su propio movimiento. Otros llegaron a decir que los niños son lobos y la sociedad es que los doma, mientras que otros entienden que son objetos, en lugar de pensar que son sujetos de derechos.
De estas concepciones se deriva que disciplinar sea agresivo e impositivo, se observa en frases como: “Siéntate”, “cállate”, “porque yo lo dije, y punto”; y en su afán por construir están destruyendo.

Uno de los principales aspectos que debe tomarse en cuenta cuando falle la correcta disciplina en el hogar es preguntarse ¿Cuál es la naturaleza de los niños? ¿Son lobos o corderos?, ¿Son objetos o sujetos?, y romper con los paradigmas mentales obsoletos, arraigados sin sentido, de herencia inconsciente, para producir entonces, un cambio en el pensamiento y cambios en el abordaje del problema de disciplina.
Finalmente, disciplinar en este siglo XXI sugiere adaptarse a un nuevo esquema en el que se empleen herramientas como acompañar y estimular a los niños/as  y adolescentes durante todo su proceso de maduración, respetando sus derechos y sus diferencias individuales ,tomando en cuenta las repercusiones que las actuaciones de los adultos producen en los hijos.



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