Una madre sabe amar, cuidar, pero sobre todo sabe esperar. Ser madre mas
que un privilegio, es un don que como todo regalo implica compromiso y entrega.
Los procesos propios de los hijos y los
cambios que estos sufren, en ocasiones traen a la vida de las madres alegrías,
sorpresas y dolor.
Acompañar a los hijos en la construcción de sus planes futuros, diseñar
junto a ellos cuales serán las estrategias que desarrollarán para el logro de
estos, son parte del proceso de espera de las madres.
Una madre nunca se cansa de esperar que sus hijos le dediquen tiempo de calidad que valoren los esfuerzos que ella
hace por mantenerse en pie sobre todo el esfuerzo de seguir viviendo.
Y pese a los DDD
desencantos, desilusiones y desdicha que sus hijos les dan, ellas siempre cree
que esos cambios que esperan de ellos llegarán tiempo.
Nueve meses para la llegada del bebé, doce meses para ver cómo dan sus
primeros pasos, ocho años para ver como inicia su educación secundaria y doce años
de estudio, para que entre a la
universidad a iniciar la vida
universitaria las madres siempre de pie, siempre esperando que las cosas que
desean para sus hijos lleguen.
El latir de una madre, solo es comparable con el de otra que esperó el
resucitar de un hijo que fue mancillado, crucificado y negado por todos,
excepto por ella que tenía la seguridad de que el volvería.
Madre es sinónimo de espera y esta es una espera no desesperada por que se
hace con amor.
Las madres deben comprender que los hijos y los resultados de la vida de estos no siempre estarán en consonancia con los esfuerzos que ellas hacen
para que logren sus metas.