Por:
Elsa Sánchez
Yesenia Acosta Almonte
Joel González
Tomando en cuenta el gran valor que
ejercen y promueven los niños/as y específicamente la forma en cómo ellos, son
capaces de cambiar nuestras vidas, no menos cierto le dan mucho más sentido y significado a la misma.
El síndrome de Dawn es un trastorno genético que afecta a miles de
niños en nuestro país y en el mundo.
Tomando en consideración
esta situación, esta proviene desde la misma concepción con la llegada del
espermatozoide al ovulo.
Tener
un niño especial es un verdadero orgullo,
aunque paradójicamente y por ironía de la vida, se hace necesario destacar que con su llegada cambian
nuestras formas de ver la vida, pero con su amor y espontaneidad nos
revolucionan, de manera gratificante.
Destacando desde el punto de vista es cierto
que dé a priori se pueden ver como un problema al nacimiento o con la llegada
del mismo, generando un caudal de
preocupaciones.
A pensar del transcurso del tiempo
nosotros empezamos a percibir esa situación como algo normal.
Con la fe puesta en Dios y el gran valor del Amor, ellos nos sensibilizan y nos brindan la
mera convicción de aprender a utilizar estrategias y métodos específicos, según
se requiera para lograr en ellos perspectivas y actitudes normales entre
sus iguales y de
la manera que estos sean tratados se
definirán que tipo de ciudadanos les estamos dando a la sociedad.
Desde el ámbito familiar, escolar y
social donde el individuo juegue su
papel protagónico, comprometidos, capases y competentes hasta sujetos
totalmente dependiente en todos sus quehaceres.
Por ende nosotros en calidad de
profesionales de la conducta nos sentimos comprometidos en concientizar, orientar,
educar a las familias, ámbito escolar y la sociedad sobre este tipo de
patología, en el modo de cómo ellos se acepten y por consiguiente sean
aceptados por todos.
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