Por:
LEONZINA MARÍA E. MINIEL
AQUINO
YBELCA DE AZA M.
La familia tiene su origen en el corazón de Dios. Él es su Diseñador,
Creador y Mentor. Ahora, cuando Dios pensó en crear la familia humana, lo hizo
tomando como modelo el diseño Divino. La Biblia en el capítulo 1, versículo 26
al 28 del libro de Génesis, dice:
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar,
en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal
que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de
Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo:
Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…
Aquí podemos ver el modelo divino para la constitución de la pareja
original que, a su vez, dio origen a la familia humana creada por Dios. Pero,
además del modelo, también podemos ver perfectamente el propósito original para
ella. La Escritura nos enseña que Dios, al crear la pareja, la hizo con
características semejantes a él; les dio señorío sobre el resto de la creación,
les dio la capacidad de reproducirse y multiplicarse, y los bendijo.
LA
IMPORTANCIA DE LA FAMILIA
La
importancia de la familia estriba principalmente en dos pilares fundamentales
para la existencia del ser humano: por un lado, brindar protección, cuidado y cariño, enseñándole a
través de esas cosas reglas de comportamiento, dónde está el peligro, qué cosas
no se deben hacer, cómo ser sano, cómo ser saludable, qué significa cada
sensación, etc.
Por otro lado, está la posibilidad de establecer una comunicación con otros seres, fenómeno que le permitirá a uno luego adaptarse a la sociedad en la que viven otros individuos.
Pero lo más
importante de la base familiar es formar y educar seres vivos independientes,
fuertes, con deseos de superación y valores humanos y espirituales que
contribuyan al humanismo, a la sensibilidad, sobre todo al amor al prójimo como
a nosotros mismos, ya que, si somos capaces de amar a quienes nos rodean de la
misma forma que nos amamos, no seríamos capaces de lastimar o dañar a nadie.
“Instruye al niño
en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”, dice Proverbios
22, 6; pues lo que bien se aprende ¡no se olvida!
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